Creo que «la nueva normalidad» era cosa de 90 días. Eso ya no existe.
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Pienso que lo cierto es una nueva realidad en donde el contexto del mundo habrá cambiado en mucho y no precisamente por el distanciamiento social, sino por los contundentes efectos que sobre la economía global produjo la pandemia.
En el supuesto teórico, con probabilidad cercana a cero, que una vacuna emerja en los próximos meses y que milagrosamente se pueda aplicar a todas las personas en tiempo récord, no resolverá la pobreza y los desastres financieros que produjo el virus en los sectores productivos.
Está claro que muchas empresas sabían que con medidas extremas de ahorro y políticas de operación contingentes podían sobrevivir 90 días, pero no más.
Otras tantas con distinta naturaleza de negocios podrían superar lapsos mucho mayores, sin embargo, no está claro que vayan a contar con sus habituales clientes que posiblemente disminuyan abruptamente la demanda de servicios.
Claro está, podría pensarse que las empresas sobrevivientes pudieran asumir la demanda de aquellos que desaparezcan; por ejemplo, las líneas aéreas, sin embargo, habrá mucha gente que volará cuando sea estrictamente necesario.
Adicionalmente las organizaciones públicas y privadas validaron que es factible, seguro y productivo trabajar en forma remota. Pero esto ha revelado otros aspectos que han cuestionado la necesidad de ciertos puestos de trabajo, ya sea porque no representan valor agregado al proceso o porque estos servicios pueden ser suplidos por “robotic process automation”.
Por lo que, en la búsqueda de la supervivencia en esta realidad, las organizaciones acelerarán la incorporación de este tipo de soluciones en sus procesos.
Alternativamente, no quisiera en este escrito incorporar temas que me son muy ajenos como pueden ser el estrés post coronavirus y la ansiedad que a pesar de que pudiese haber una vacuna, la crisis pueda volver a repetirse en forma estacional, pues no sabemos si esta pueda soportar las mutaciones de lo nuevos virus.
Sin embargo, sin ser expertos en esto, todos estos factores acumulados nos llevan a concluir que el contexto posible es que muchos empleos no van a estar disponibles, muchas empresas no seguirán existiendo y viviremos con la paranoia de que nos podemos enfermar; y aunque la posibilidad sea baja, podríamos morir.
Esto no es una nueva normalidad, esto es una realidad absolutamente cambiada. Un contexto hostil tanto para lo físico como para lo mental.
Para finalizar quisiera comentar que no soy pesimista. Pienso que utilizando a modo de metáfora lo de la mutación del virus, nosotros debemos mutar. De hecho, saldremos adelante.
Pero para hacerlo bien debemos conocer el contexto en el que nos vamos a ir moviendo en los años por venir dado que el entorno cambiará, las leyes cambiarán, la responsabilidad social no estoy tan seguro, los seguros cambiarán y hasta las relaciones familiares se impactarán.
Lo cierto es que operar bajo la realidad de “la nueva normalidad” creo era un diagnóstico apropiado para un momento determinado, pero hoy día es un juego de niños comparado con el contexto que nos dejará la pandemia.
Para poder avanzar y alcanzar de nuevo la prosperidad debemos evaluar todo ante la realidad que se nos presenta.
Resalto que no es volver a operar con condiciones distintas, es entrar a una realidad abruptamente distinta e inmediata.
Tenemos capacidades para hacerlo, sabiendo de dónde partir podemos tener mayor posibilidad de alcanzar nuestros objetivos, aquellos que teníamos fijados antes de que todo cambiara.